junio 29, 2010

El carozo

Ese gran hombre perdido o enseñado a perder.
Uno que enciende esperas como receta divina que salvara
del sin embargo a otro que confía demasiado en la medida de sus frases.
Se lo cubre si se lo quiere
otra vez se lo cubre si se lo quiso.
Trastornado yo, hacia qué pensaba en objetos de carne o aceptaba
la voz hermética del mineral.
Estas criaturas frecuentan las sugerencias
con ese cansancio del que aguarda un secreto en la punta de otro
Crían la miniatura
si les parece mucho el descontento hacen que fomentan.
Explicó ella, diciéndolo todo, el don del ello,
Apaciguada con empujones de carne hasta blanquearte el paladar
Enjuagarte solitaria las venas.
Uno que enciende esperas en sus agujeros minúsculos
Atrayendo para sí el monologo de la furia.

Entró a detestar con ráfagas de oficina
a comienzo de un armisticio circular
a hacerle un luego a esa tarde punzada
con alfileres de gorrión
infinidad o carne alineada
parasito que la bruta y llena de poemas ociosos
un goce se cernía donde no había nada: eso era obra,
cosa sin piel: eso es obra.
Este quien en su punta blande un hueso sideral empolla el deseo.
Para flotar hay que empujar
El agua ya está hundida
Hay que empujar hasta enfurecer la hendija en las palabras
Manosearles el fuselaje ventilarles la esperanza.
Es falso lo que murmura.
Y si queman los dioses los apagas con elocuencia
Las diosas son para un banquete de olores y frotaciones.
Hay relojes que no esperan
que se ponen tu cuerpo, te niegan el espesor de los objetos buenos.
Las cosas te quieren ¡eso es aspiración!
Un reló es un tímpano que escucha como le gritamos al tiempo.
Tímpano que no sabe, no duele, no dice.
Un reló es un cuerpo con indeciso y exacto Juntados para temblar
Esto es vida, con incomodidades, corchos,
anatemas y cordialidades paso el día recluido en un intelecto.

O es un faro mi reló
a milímetros de lo vencido.


Daniel Battilana 2010
Si llegaras hasta el fin de tu deseo
te prometo la memoria
allí donde un cuerpo hubo
un cuerpo para perecerlo
un cuerpo calcado de la tierra.


Daniel Battilana (inédito)