abril 13, 2007

OSCURO DE RIGOR


A veces nuestro itinerario de percepciones nos domestica los sentidos, que se vuelven dóciles para aquello que “debería” registrarse; y a esto suele rendirse el detalle del cómo. Entonces, por frecuentación no advertimos lo elemental, y por familiaridad, lo aberrante. A estas distorsiones, que sólo inician una larga serie, cabe añadir aquí la cuestión de la intensidad. Lo tenue y sutil bien puede sustraerse a un registro estándar y no ser visto ni oído. En el caso de Daniel Battilana ocurre un hecho similar aunque paradójico: es tal la intensidad, su voltaje, que la percepción interna, no menos anestesiada, sólo atina a balbucir: “¿Qué?...”
De allí tal vez provenga parte de esa fama de “poeta oscuro”, que cae sobre su obra como una interdicción. Porque si no se capta la pasión, prieta y altamente concentrada en sus líneas, éstas podrían devenir un tejido hermético, aunque la oscuridad vaya en los ojos de quien las visita, distraído o prejuicioso. Esta es, creemos, la llave de su poética; de algún modo, llave maestra que también nos abre otras puertas interiores, nuevos hallazgos.
Bastaría, en Vulnerario (Cucaña ediciones, 2002), lastimarnos de estos versos para sentir la intensidad: “Considérame vivo/ es mi ventaja sobre el mundo”; “Llueve tan bien y pone miedo”; “Mejor es volver/ por la revancha/ atado de nudo”; “Es incomparable/ acaparar el día” o “Soy/ y me alegra/ el mínimo crepitar de alas”... Picos, puntas de un iceberg caliente; señales de la vita d’un uomo, como tituló Ungaretti a su poesía completa.
Allí se inscribe el poeta, gotea su tinta vital en lo que añade, con una sintaxis que se muerde a sí misma en un rigor sin complacencias. ¿Podemos llamar barroca, gongorina a frases como éstas?... Leemos –o desciframos- en la erótica de Homotextus (Cucaña ediciones, 2004): “Creído que más llama/ es la sombra que le devuelves/ a mi supuesta forma” o “No me salve un cuerpo de lo que no había/ para ocultar que pusiste un hueco donde lo quería”... ¿O también pueden pensarse como una voz más acá de la voz, obstinada y hasta retorcida en la busca de su propia veracidad, casi anterior a un cierto discurso formal? Un sintagma que se complica por lo no dicho; que se oscurece, sí, pero de blanco, de silencios, de esa pre-voz mucho más cercana al deseo y el llanto, a la rabia y la fatiga que la prolija mimesis.
Y aquí aparece, al fin, lo coloquial auténtico. No la frivolidad, que a todo se allana y sirve para que todo, a su vez, le sea allanado y servido. Hablamos de esa a esa respiración de voces que sobrevive cuando ya no hay “palabras en la fuerza”, en ese poema “que no leerán los amigos”. Nos oímos, así, en giros como: “Sedada o algo de agobio”, “Yo te daba herida, te daba herida”, “Trabajo de hacer”...
Es cierto que los títulos se cierran sobre sí y algunas palabras piden diccionarios: voces de la química, la física, la biología, la mecánica metaforizan un mundo que las necesita para ser. En el centro de esta ingeniería de pasiones -y también paradójicamente- nos aguarda lo más sensible: un poeta que ha logrado escribirse, tan difícil como fácil, y oscuro de rigor.


Daniel Gayoso
danielgayoso@hotmail.com
Especial para Oestiario. Buenos Aires 2005

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