Digo pimientos
y me lloro en aguas.
Hago mía la estación
que la ardorosa ortiga
roza de impaciencia.
El poleo,
traspasa de agridulces la casa.
Me burlo de las cigarras
que rasgan de verano
el aire que se escucha.
Digo pimientos
y me abre lágrimas
la cebolla incendiada
en la caricia del fuego.
Soy de estas palabras
que me nombran
y sospecho que vengo
de torcerme en soles de dicha
de llorarme entre manos.
Soy
y me alegra
el mínimo crepitar de alas.
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