Qué
mañana tan casera
la
luz fría del invierno
tuerce
su ala sobre mis objetos.
Apetece
una medianera
una
lata, un serrucho cansado.
Los
inanimados están aquí
parecen
crecer acompañados.
Hoy
se fue un vecino,
le
vino el vino
de
tomarlo siempre.
La
parra le mintió
su
munición de uva,
el
humano es así: usa a las plantas
y
ellas se lo llevan
para
las verduras.
Y
ellas nos recolectan
todo
en la misma caja.
Las
moscas
perduran
en la higuera
higos
huevos hijos, se afilan las patas:
la mosca te esquiva, la mosca es telépata.
la mosca te esquiva, la mosca es telépata.
La
cara no te ve, los ojos no te piensan.
Nos
miramos en el mate
hay
opacos, hay lana, hay esqueletos cautivos.
Las
moscas no pueden salir de su veloz ceguera.
Con
menos ojos caminamos despacio.
No
mengua en mis espaldas
la
misma poesía que infla los zapallos
abotona
ceremonias
plumbe
pérdidas
despilfarra
talco.
Nubla
el deseo
En
otro cansancio soy tacto
soy
tacto de otro cansancio.
Pasando
el mediodía
con
las palabras que nadie siente, es nubla.
En
la voz tu cuerpo me dispensa alegría,
me
fanatiza de presente ese objeto todavía veloz.
Con
menos ojos mi alegría.
Daniel
Battilana. (inédito)
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