octubre 15, 2013

Drogar el ojo

DROGAR EL OJO

Como llenaba mi inteligencia de noches:
que la estética nos degrada: el insistir nos agrega: La escasa solidez te crea un vacío tal que parece grandeza lo que cabe y lo que sobra: que el vacío se hace cercano cuando se completa:

Los viejos amigos envejecen añejadores nuestros, conservan un problema contado hace veinticinco olvidos. Envejecen como estanques, es inútil, no envejece el agua:.

Meter el brazo y sacar de los intactos y las abandonadas metal foras; no es mi mansa analizar cuán jóvenes son por el tun tun del abismo: cuán épico me planto frente a Arjuna todos los días leo un episodio anal contra el combate:

Para la honestidad una ropa, o Goethe: “El hombre, consumido por los cuidados, sembró siempre la vanidad, y alcanzó la desesperación”. Esa ropa desesperada es el afuera.

Podría decir montones de cosas que no encontró Lubbock, no encontró Castelar, no supuso Ramos Mejía, entonces las señoras llenarán las tiendas de surtidos libros, de surtidos. De espejismos surtidos aplicables a la resurrección y desvalidéz.

Me alejo de los puntos principales cuando dice Madame de Sevigné “Qué perfecta mujer llegaría a ser yo viviendo dos siglos”. Él se contentaría con mis puntos principales si me leyera escribir:

“No vivo sin morir/no vivo tanto/como pueda la muerte/despreciado por los libros/guardo mis hojas/¿No vivo sin morir?/¿No vivo tanto/¿No vivo aquí el morir?

¿Ves Montaigne, ves al Teórico de departamento? Navegar mis entredichos, te digo Montaigne, esto que no se te ocurrió: “Hablar es un recurso tomado del grito, el habla es grito esclavizado”.

Nos encontramos en lo pequeño que se mueve en la duración, en lo mal dicho gracias al poder salvífico de mi esencialismo poético.

¿Ves poeta aristócrata Americano?

La disimulación es deshonesta, nada te honesta.


Cuando me leen se comen, son felices traicionando su alimento.


Al hombre que sabe abrir las piernas se le sale caminando el perdón o pasa un siervo y se le cae la escoba de otro siervo, tengo muchos modos de destrucción apilados o en portafolios.

No he mirado tanto en lo que escribo que el don tranquilizador de este ejercicio de bestias, no ver los escobazos de las plantas contra los insectos eso era todo escarmiento tanto enigma.

Sanar es dejar de ver la geometría de las bolsas y deslizado en ese quicio de brea

me siento redondeado por mi infancia; palabras esclavizadas ya di para que mueran las esperanzas: el sentido me soltó su infinito como mamá que ya no me abraza.

Tu medusa silvestre de rayos me enfrió el pedestal de la norma.

Nada de eso de conmover o ser conmovido por tu rayo, hacia los incompletos retornos va mi ojo drogado de motivos.

Drogado de palabra el ojo que no deja ver los elásticos confines.

Drogar el ojo

(Daniel Battilana. Inédito)

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