I
Con la voz
rompo el relieve de mi estatura,
la provoco y no maduraría ningún
otro fruto que no fuera contundente.
Hay un espacio inútil en la palabra:
es un ser querido
a quien contesto con cosas rotas.
Perdido ya el primer filo,
presencio los fuegos en que arden
los sapos que derramaron el tintero.
Jornadas de un río en un Río;
la luz, último rostro del infinito,
hace tornasoles al desprecio.
II
Hoy recoger el cielo no es sencillo,
entonces no persigas la caída,
duda de mi intención y serás
proclama de árboles: callada
como la última armonía.
Tus ojos abiertos a la ronda,
ronda de peces puntuales
me nombran
cuando pudo más mi sombra en la pared.
III
(Qué es expresarse
sino el tamaño de manos
yendo y viniendo
entre cuerpos!
IV
Con el tiempo de perfil,
vivir sería un hábito nuevo,
la verdad... anónima
lupa y espejo perderían su valor.
Un vendaval de luz
arrastra
silencio de antorchas.
Apenas una escaramuza secreta
de cristales limpios.
Daniel Battilana (Fulcro, 1997, edit Cucaña)
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