Qué queda ahora del órgano de la
pudicia.
Esto que hacemos ¿satura de
interioridad el mundo?
¿Existe la tentación analítica?
¿Cristaliza el consenso?
¿Soy la venganza semiótica del caos?
Cuando le creo a McLuhan ¿me imprimo?
El factor de juicio diferido es un
malestar de la insensatez.
El peso de los significados cuyo
mediato es la miseria privada,
construye sus alivios con
subjetividades
parecidas todas al bienestar de no
empeorar.
Mi deseo de abstraer se puede confundir
con presunción. Busco lo entrañable, la restauración, no en las
técnicas cristianas del mejoral remordimiento, sino en la
capacidad nona de la estupidez (incondicional de la obediencia).
La sintonía del sentido, en el
desorden de las obligaciones atroces,
todo por el desdén de sobrevivir.
Enrarecido y acrítico busco el
pectoral de la noche.
Cretinos por el abandono de las ideas
que costaron… Adventicios
entretenidos con lo que perdemos.
El objeto moral de mis objetos no es ya
un objeto:
la génesis improvisada del apuro lo
puso a redituar.
Nos puso se puso.
Las plantas enloquecen sin sus
estaciones,
sin señales para florecer en la
sincronía del insecto con flor,
la estocada que fermente los altares
filosos de la vida. La lluvia del mundo nos incomoda, es mal tiempo.
Los habitantes de este cuerpo
enloquecen sin sus privaciones
Todo enloquece sin sus extremos.
Daniel Battilana
No hay comentarios.:
Publicar un comentario