septiembre 15, 2012

Lo fermente



Qué queda ahora del órgano de la pudicia.
Esto que hacemos ¿satura de interioridad el mundo?
¿Existe la tentación analítica?
¿Cristaliza el consenso?
¿Soy la venganza semiótica del caos?
Cuando le creo a McLuhan ¿me imprimo?
El factor de juicio diferido es un malestar de la insensatez.
El peso de los significados cuyo mediato es la miseria privada,
construye sus alivios con subjetividades
parecidas todas al bienestar de no empeorar.
Mi deseo de abstraer se puede confundir con presunción. Busco lo entrañable, la restauración, no en las técnicas cristianas del mejoral remordimiento, sino en la capacidad nona de la estupidez (incondicional de la obediencia).
La sintonía del sentido, en el desorden de las obligaciones atroces,
todo por el desdén de sobrevivir.

Enrarecido y acrítico busco el pectoral de la noche.

Cretinos por el abandono de las ideas que costaron… Adventicios
entretenidos con lo que perdemos.
El objeto moral de mis objetos no es ya un objeto:
la génesis improvisada del apuro lo puso a redituar.

Nos puso se puso.

Las plantas enloquecen sin sus estaciones,
sin señales para florecer en la sincronía del insecto con flor,
la estocada que fermente los altares filosos de la vida. La lluvia del mundo nos incomoda, es mal tiempo.
Los habitantes de este cuerpo enloquecen sin sus privaciones
Todo enloquece sin sus extremos.



Daniel Battilana

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