Una primera
cosa una misma cosa nos altera con alivio de rigor.
Es con soltura que recorro lo que
habita el sueño
armo mis ojos en las aberturas
ponderadas de miedo.
Fuerzo la salida, uno es la puerta.
Por el visillo nos derrota el tiempo
hecho a la manera de suponerlo
eso parecido a la torpeza.
Queremos ver con un querer que olvidó
la mirada antigua de lo poco.
Hartos los sueños
emiten su escrúpulo vacío
a la sombra de lo real amparo.
Tener calibrado el cilindro del ánimo
palpitar hasta el supuesto
en que despiertan las sombras del día
(esa noche exagera en nosotros
la sustancia perezosa que roza la
palabra nunca)
La luz del ruido nos hace nítidos,
viene de cuando estábamos juntos y
fruncíamos el cuerpo de los intentos.
La intemperie del final presta sus
ruinas
al torpe y sagrado momo de esta risa.
La casa se me ha dormido de tanto
llorar silencio.
Daniel Battilana
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